La
primavera nos trae nuevas medidas tributarias y a miles de jóvenes borrachos
como una cuba, dos cosas más relacionadas de lo que parece. Verán. En un
sistema tributario ideal habría un único impuesto, el Impuesto sobre la Renta,
que gravaría no sólo la renta de las personas físicas, sino también la de las
personas jurídicas de una manera progresiva, y atendiendo a las circunstancias
personales y familiares del contribuyente. Porque los sistemas tributarios más
justos son los que priorizan los impuestos directos y progresivos, que es lo
contrario de lo que se pretende hacer en España y también en Europa. Así, la
reforma fiscal por la que se pelean actualmente los ministros de Hacienda y de Economía
pretende bajar el IRPF y subir el IVA. Es decir, conseguir que el ciudadano
tenga la sana idea de que paga menos impuestos cuando haga su declaración de la
renta, pero que pague más sin darse cuenta cuando vaya a hacer la compra o se
tome una caña. Es lo que ha aconsejado el comité de sabios, como utilizar para
aumentar la recaudación los impuestos ecológicos, esos tributos que en teoría
cumplen fines extrafiscales como la protección del medioambiente. Pero hasta la
ecología nos sirve hoy para ser regresivos, que es como ser retrógrados. Es lo
que hemos celebrado en Granada este fin de semana, aunque al Ayuntamiento no se
le haya ocurrido crear una nueva tasa para las veinte mil personas que han celebrado
la llegada de la primavera generando cincuenta toneladas de basura. Los
comerciantes de la zona del Hipercor estaban locos de contentos, como locos de
atar han terminado algunos vecinos, que pretendían terminar con la juerga como
si se tratase de una plaga municipal. Con lo fácil que hubiera sido crear una
tasa por el aprovechamiento del dominio público llamado botellódromo. A diez
euros por persona, el Ayuntamiento habría recaudado doscientos mil euros. Más
cara es la entrada de cualquier discoteca. Hubiera sido conocida como la tasa
de la botella o el tributo del botellón, y el alcalde habría pasado por fin a
la historia por la celebración de un gran acontecimiento cívico. Casi tanto
como el Flautista de Hamelín, sólo que él hubiera ahogado a miles de jóvenes
primero con alcohol, y luego con una tasa. Pero qué barbaridades se le ocurren
a uno el domingo por la mañana. Ni que hubiera sufrido el botellón del alcalde
durante todo el fin de semana. No sé si en un sistema político ideal
sufriríamos a un único político en toda España.
IDEAL
(La Cerradura), 23/03/2014
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