En Ecuador hay toda una comunidad de ciudadanos que viven en otros
países. Forman una provincia virtual desperdigada por el mundo, que asiste con
interés a todo lo que ocurre en su tierra natal. Esta semana he viajado con
algunos de ellos, y como ellos he sentido la alegría de volver a aterrizar en
el corazón de Latinoamérica. Porque muchas familias tienen un pie en una orilla
y otra del océano, pero cada vez son más los que deciden volverse a la madre
patria, que no se encuentra en España, sino en Sudamérica. Entre los años 2000
a 2008 casi medio millón de ciudadanos ecuatorianos se empadronaron en España,
pero una vez rota la burbuja inmobiliaria, son muchos los que vuelven, atraídos
por la singularidad política y el crecimiento de su propio país. Han
enriquecido con su trabajo la sociedad española, y ahora harán lo propio con la
ecuatoriana. Porque se trata de un camino de ida y vuelta, y lo que Ulrich Beck
denominó comunidades transnacionales son en realidad una gran familia que tiene
miembros aquí y allá, y que a la vez vinculan a nuestras sociedades,
beneficiadas por esta influencia mutua. En el avión, mi compañero de asiento
volvía a Manta, donde iba a pasar unas vacaciones después de trabajar todo el
año en España. Pero su idea era volver a establecerse en Ecuador en breve. Yo
lo animé a hacerlo, y a volcar su experiencia en la construcción del país.
España tiene mucho más en común con Ecuador y otros países hermanos de
Latinoamérica que con los países europeos. Son vasos comunicantes. Y los
mayores puentes los tienden los ciudadanos.
El Telégrafo (Zoom del Ecuador), 1/03/2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario