Granada es una ciudad de conversaciones y bares, de sobremesas que se
convierten en madrugadas, de confidencias y confesiones extemporáneas. Pero no
hablo de política, no, sino de esas nuevas costumbres que nos encontramos en
las barras. Porque antes íbamos a los bares de tapeo, pero ahora también de
“vapeo”, pues en el sitio más insospechado alguien saca un tubo del bolsillo y
empieza a echar vapor de agua, nitratos, esencia de menta…, eso que antes
llamábamos fumar. Parece una metáfora de nuestro tiempo: sustituir las brasas
por una resistencia eléctrica, el humo por vapor de agua. Aunque no sé si huele
mejor ese vaho cargado de artificio. El humo y el tabaco venían a ser una
metáfora de esa muerte moderada en que consiste la existencia: la voluntad
contra la adicción, el deseo contra la impotencia, la esperanza de que la vida
sea este instante que ya se escapa y que nos empeñamos en apurar. Pero los
cigarrillos electrónicos son una metáfora del mundo actual: vivimos enganchados
a una máquina. Así, no es de extrañar la perplejidad de los médicos, que desde
hace años le han declarado la guerra al tabaco. Ahora hay personas con el mismo
hábito, aunque están convencidas de que no fuman, y de que sólo echan vapor de
agua por la boca. De hecho, no encienden una cerilla ni un mechero, sino que
inhalan propilenglicol, un compuesto que produce calor sin necesidad de quemar
y, gracias al cual, emana el vapor del “e-cigarrillo”, como también se conoce
el nuevo artilugio. Luego añadimos vainilla, chocolate, menta, fresa, café
irlandés… y olalá, nicotina. Qué haríamos sin esa sustancia tan adictiva,
gracias a la cual nos creemos más inteligentes, simpáticos e intelectuales,
aunque no sepamos qué significa esto hoy día. Al parecer, también estas sustancias
viajan en aceites que terminan obstruyendo los alvéolos, por lo que pueden
provocar enfermedades, según ha explicado Joaquín Gea, presidente del Congreso
Europeo de Respiratorio y jefe del Servicio de Neumología del Hospital del Mar
de Barcelona. Yo no lo sé, pero lo primero que me ha sorprendido al llegar a
Granada después de algún tiempo y buscar un bar como un oasis, es encontrarme
al cuarenta por ciento de la clientela “vapeando” en la barra. Y es casi una
sensación de nostalgia lo que transmiten, como esos malos remakes que nos
encontramos actualmente en el cine. Entonces me acuerdo del verso de Góngora:
“En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”. Y me tomo una caña.
IDEAL (La Cerradura), 9/03/2014
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