Diez años después, las noticias más comentadas esta
semana han sido la conmemoración del 11-M y que España sigue siendo objetivo
del terrorismo yihadista. Particularmente, me han dado ganas de vomitar la
solicitud con que algunos medios han vuelto a ofrecernos vídeos e imágenes de
la tragedia y los sesudos análisis de quienes siguen buscando conexiones entre
el terrorismo islamista y el etarra, que sólo tienen la estupidez por patria
común. Pero también me ha causado escalofríos la manera en que el ministro del
Interior ha hablado de los riesgos de un atentando (“un nivel dos de amenaza”)
y la extraordinaria solidaridad que aflora en fechas tan significativas cuando
la realidad es que, en España, la solidaridad brilla por su ausencia a
cualquier “nivel”, ya sea nacional, regional o local, y en cualquier ámbito,
político, profesional o en las llamadas “artes humanas”, donde lo normal es
tratar de cortarle la cabeza al contrario, sin duda en un sentido metafórico.
En este país sólo se homenajea a los muertos, por los que lamentablemente,
salvo honrar su memoria, poco se puede hacer ya, desde las víctimas del
franquismo y del terrorismo hasta los escritores como Leopoldo María Panero,
que probablemente estará descojonándose de risa en la tumba si ha podido leer
lo que se ha publicado estos días sobre su vida y su obra. ¡Si vivía en un
psiquiátrico! Y eso en un país que ha acabado, entre otras cosas, con los
psiquiátricos. Y hablando de memoria, ¿hace falta en Andalucía una nueva Ley de
la Memoria y una Dirección General de Memoria Democrática? Porque títulos
rimbombantes como éste suenan a dictadura. La memoria democrática es de los
ciudadanos. Aunque algunos, efectivamente, no la tengan, como ha vuelto a
dejarnos claro el alcalde de Granada, que no retirará el monolito a Primo de
Rivera hasta que lo obliguen a ello. Hay que “dejar a los muertos en paz”, ha
asegurado, que es precisamente la principal razón para quitar de una vez esa
escultura. El Ayuntamiento ha alegado siempre razones artísticas para no hacerlo,
pero Torres Hurtado afirma que el 99,9 por cien de los ciudadanos no saben lo
que representa. A la vista está que él no lo sabe. Lo cierto es que la única
política que se sigue en este país es la de la tierra quemada, en la sanidad,
la educación o donde haga falta. La deuda, menos mal, ya está garantizada.
Gracias a la miseria de los ciudadanos, a los que, eso sí, se les agradece el
esfuerzo. Vivos o muertos.
IDEAL (La Cerradura), 16/03/2014
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