En
ciudades grandes como Guayaquil, viven miles de ciudadanos burbuja, encerrados
en ciudadelas fortificadas y vigiladas, prácticamente herméticas. Hacen deporte
en recintos cerrados, se relacionan poco con los vecinos, cogen el carro para
realizar cualquier gestión. En algunas de estas ciudadelas hay incluso colegios
y supermercados, por lo que familias enteras desarrollan su vida en estos
nichos aislados, sin conexión con la realidad del país. Probablemente hayan
sido razones de seguridad lo que haya alentado la creación de estos guetos de
lujo, pero también late en ellos una idea de exclusión, de estatus quo, de no
querer saber nada de los problemas sociales. Estas ciudadelas son comunes no
sólo en El Ecuador, sino en toda Latinoamérica, y son cápsulas estancas en el
desarrollo del continente. Pues allí corre un tiempo distinto, inmune a los
problemas y a la miseria, pero que propicia que haya toda una clase social ajena
a la “res publica”. Y por eso, cuando le preguntas a algunas de estas personas por las políticas
sociales o por la reducción de la pobreza, se quedan en silencio, o te
contestan en un ataque de sinceridad: “Es que yo no quiero que se reduzcan las
diferencias. Prefiero que todo siga siendo igual”. Y allí permanecen,
asfixiándose en su burbuja, sin querer saber nada de esa otra riqueza que es la
vida en sociedad.
El
Telégrafo (Zoom del Ecuador), 8/03/2014
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