Se ha echado de menos en el discurso de investidura de Pedro
Sánchez que haga la manida afirmación de que va a gobernar para todos los
españoles en vez de levantar muros, que ya sabemos que terminan derribados. ¿Sólo
va a gobernar para los suyos y contra la mitad de España que no acepta una
amnistía pactada con el único objetivo de mantener el poder? También se echa de
menos que Alberto Núñez Feijóo condene los ataques a la sede del PSOE y se
dedique a hacer política desde la inteligencia, pues el PP controla el Senado,
la mayoría de las comunidades autónomas y de los ayuntamientos. Quizá
pudiéramos pedir a ambas partes respeto por las instituciones, que no deberían
tener ideología, aunque vivamos en un país acostumbrado a que cada cual haga de
su capa un sayo, desde el mundo político y empresarial a la cultura. Necesitamos
estadistas y no oportunistas, gestores y no padrinos mafiosos. Pero abundan
estos últimos, que creen en el sectarismo y en la humillación del contrario. Los
cargos públicos, sin embargo, no son propiedad de nadie, y mucho menos el
dinero público, que es lo que más duele a los ciudadanos que sufren para pagar
impuestos. Que no se condene a un malversador no lo aceptará nunca quien ha
tenido que pedir un préstamo para pagar una declaración del IRPF o del Impuesto
sobre Sucesiones y Donaciones. ¿Por qué unos sí y otros no? Esa es la cuestión.
No todo tiene un precio, y hasta Maquiavelo puede terminar escaldado, porque no
se puede enfrentar a la población, ni siquiera como juego político. Esto no es
un juego, aunque se lo parezca a algunos de nuestros dirigentes y a otros que
aspiran a serlo. Confundir a la persona con el puesto es lo que pervierte las
instituciones del Estado, que sostiene el sistema democrático. Lo aprendieron
Alfonso Suárez y el rey Juan Carlos I, también Santiago Carrillo, que
personificaron la Transición. No sé lo que habrá aprendido Irene Montero, que
abandona el ministerio de Igualdad sin reconocer errores y dando una pataleta,
ni lo que estarán aprendiendo Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, que están
llamados a entenderse, aunque no quieran. Porque la otra posibilidad es que la
confrontación que escenifican en el Congreso se convierta en una realidad, y
las protestas en las calles en una batalla campal. Hay que hacer política para todos,
en el Gobierno y la oposición si, más allá de las personas, queremos que
sobrevivan las instituciones democráticas.
IDEAL (La Cerradura), 26/11/2023